La miopía, junto con la hipermetropía, es una de las afecciones de la vista más comunes en Occidente. Podría decirse, un poco a lo bruto, que la miopía no permite que veamos a lo lejos. Afortunadamente, disponemos de gafas y lentes de contacto para no sufrirla demasiado. Para casos extremos, siempre queda la cirugía. Como en el caso de cualquier enfermedad, es importante detectarla a tiempo para ponerle remedio. Es algo sencillo. Esto en cuanto a la miopía física

Miopía y su corrección con una lente divergente (Fuente: Wikipedia)
Miopía y su corrección con una lente divergente (Fuente: Wikipedia)

Detectar y curar una miopía metafórica es mucho más complicado. Tendemos a ver los beneficios inmediatos y no percibimos las consecuencias (frecuentemente negativas) a medio o largo plazo. Como ejemplo puede servir la llamada burbuja inmobiliaria y la situación actual de España, derivada del estallido de la primera.

NOTA: Vaya por delante que esto no es un análisis profundo de la crisis. No soy economista y mis conocimientos son bastante rudimentarios. Tampoco habrá soluciones, lamentablemente, no soy Aznar y no sé cómo solucionar la crisis. Y no digamos mostrar el destino que nos espera. Para eso, mejor la TDT de madrugada. De lo que voy a hablar es de cómo llegamos hasta aquí y de cómo y por qué perdimos en cinco años lo logrado en más de cuarenta.

En los sesenta se implantó en España un modelo económico basado en el binomio sol y playa. Para poder atender la creciente demanda de turismo nacional y, sobre todo, europeo, se fomentó la construcción, especialmente en las zonas costeras. Y no era mala idea: Se atraían divisas, inversión extranjera y se desarrollaba un, por entonces, precario sector servicios.

El problema vino derivado de que la mayor parte del dinero generado se reinvirtió en más ladrillo y más servicios. No hubo investigación, ni desarrollo, ni mucho menos innovación (el famoso I+D+i). No se creó un tejido industrial que sostuviese el modelo económico impuesto o que sirviese como alternativa al mismo. No se tomaron medidas para impulsar la iniciativa privada más allá de los sectores ligados a la construcción y la hostelería.

Pasaban los años y la economía española crecía. Era el momento de cimentar un desarrollo real, pero en lugar de eso se cementó la costa y se acometieron obras insostenibles en el caso de que viniesen (como vinieron) mal dadas. En algunos casos, como el de El Algarrobico, además resultaban aberrantes.

El Algarrobico (fotografía de Pablo Blázquez)
El Algarrobico (fotografía de Pablo Blázquez)

En medio de todo este panorama, apareció la especulación y, con ella, una de las especialidades patrias: la corrupción. Y mientras estas prosperaban, se descuidaban otros como la educación, asolada por un abandono escolar del 32 % (media de 1992-2008 sobre la media española, la tabla completa, aquí). Un abandono que muchos asocian a los elevados sueldos que se pagaban en los sectores asociados al turismo y la construcción.

Claro que la educación que recibimos (y aquí no hablo sólo de la recogida en los planes de estudios) está orientada a que queramos ser funcionarios o conseguir un contrato fijo, tener piso en propiedad, segunda residencia, coche(s)… Pero no nos educan para ser atrevidos y para que nos arriesguemos a crear nuestra propia empresa, por ejemplo. Si no tenemos más ambiciones que las anteriores, seremos dóciles consumidores y votantes. Y nada más. No se dan cuenta de que fomentando otras cualidades, el beneficio redunda en todo el país, mientras que el otro modelo es el ideal para quedarnos estancados y acabar en recesiones como la que sufrimos ahora y a la que no se le ve una salida clara.

No voy a hablar de los responsables de la crisis, eso es algo que ya hizo José Luis Pérez Carrión en El tiempo perdido no se puede recuperar…

Hoy, seguramente muchos se justifiquen con una de las muestras de miopía más clásicas: «en aquel momento parecía buena idea«.

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3 comentarios

  1. Desgraciadamente crear tejido industrial no es fácil, se puede apoyar a la creación de empresas con créditos, subvenciones o como en Vigo cuando se creó la Zona Franca, etc. Pero desgraciadamente no tenemos la base tecnológica de Alemania y la globalización supone competir con países donde la gente trabaja en condiciones míseras comparadas con las europeas. En mi opinión, se debería fomentar la implantación de empresas inicialmente sin cobrarles impuestos el primer año e irles subiendo paulatinamente hasta la situación actual o cualquier otra medida de incentivo. Ahora lo prioritario es el empleo.

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