Dice Juan Varela en una entrada de su blog del que robo el título:
Hoy es difícil encontrar un periodismo con tantas firmas como el español. Ni en Europa, Estados Unidos o Latinoamérica, las culturas periodísticas más próximas, se da un caso semejante. Incluso medios de referencia como The Economist siguen sin firmar las crónicas sin perder enfoque interpretativo y analítico.
Aquí se llegan a firmar notas y ruedas de prensa o ediciones de teletipos. El exceso de firmitis, una afección endémica del periodismo, y el mal entendimimento de la autoría ha favorecido un periodismo soberbio, excesivamente personalista y que a menudo confunde responsabilidad con vanidad.
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Creo que ese es uno de los grandes males del periodismo español: firmar por figurar. De lo que no se dan cuenta los periodistas es de que la mayoría de sus lectores no leen las firmas que encabezan las noticias. Es seguro que lo hacen cuando se trata de columnas de opinión y casi seguro que también sucede con crónicas, entrevistas y reportajes.
Las firmas de las noticias se utilizan para, en teoría, dar una referencia al lector sobre el autor de la misma, para que sepa de qué pie cojea y qué afirmaciones o comentarios hay que tomar con precaución o darle más relevancia. Sin embargo, tengo la impresión de que la firma de una noticia se convirtió en una forma de hacerse reconocible dentro de la profesión.
Si os parece, hagamos una prueba: preguntemos a alguien de nuestro entorno y que no pertenezca a la profesión, que te diga el nombre de cinco periodistas de su diario de cabecera. Ahora quitemos a los columnistas de los nombres que nos dieron, ¿cuántos quedan?
Dicho lo dicho, me parece que la tribuna ocupada por los cuatro directores del diario El País, titulada Transparencia frente a Fuenteovejuna, me parece más un error que una reacción medida. Estoy convencido de que la mayoría de los lectores de El País se dieron cuenta de que no había firmas en el periódico gracias a su columna.
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