Llevamos años oyendo esa expresión. Por más que la escucho, no deja de sonarme limitadora, coercitiva, a pensamiento único, a la frase aquella de Alfonso Guerra («el que se mueve no sale en la foto»), pero, sobre todo, a que los diputados no representan a los votantes en el Congreso. Es un «votad lo que diga el líder, aunque no votéis en conciencia».
El principal problema de la disciplina de partido es que no sólo conculca los principios individuales de cada diputado, sino que vacía de significado el acto de votar. Porque, ¿qué más da que vote a unos o a otros si luego ellos actuarán al dictado de intereses particulares y no de los generales?
Tanta fuerza tiene esta disciplina de partido, tan importante es «salir en la foto», que los diputados prefieren no asistir a una votación antes que romperla. Dicho de otra forma: es preferible faltar al deber de representar a tus electores que «fallar» al partido. Y es la vía mayoritaria por la que optan los diputados del PSOE y del PP. Claro que a veces hay excepciones que, si bien no pueden deshacer el daño hecho por sus compañeros de profesión, sí sirve al menos para imbuimos con una pizca de esperanza.
En el reformazo aprobado hoy, dos diputados rompieron la disciplina de partido y ambos en el PSOE (me sorprendería que hubiese alguno en el PP): Antonio Gutiérrez y José Manuel Bar Cendón. Este último, por error, aunque, en mi inocencia, quiero creer que es una excusa para salir en la foto aunque sea movido.
Entre los que optaron por la «vía fácil» de la ausencia en el pleno están Juan Antonio Barrio de Penagos, José Antonio Pérez y Manuel de la Rocha (del PSOE), en señal de protesta, y Pilar González y Dolors Aymerich (PP) que, al parecer, «habían justificado sus ausencias».
Estos tres diputados socialistas (de las dos del PP no diré nada, porque en su partido sí que se toman la disidencia en serio, que le pregunten a Cascos) deberían haber sido valientes y haber votado en contra. No haber acudido al Congreso a votar siguiendo su conciencia sólo dice un cosa de ellos: que les importa más medrar en el partido que el servicio público para el que se supone que están ahí.
Igual que decía hace tiempo, hablando del Decretazo (que, recordemos, era un decreto antidéficit), ¿no es triste que lo que debería ser normal en política sea noticia?
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