Siempre que un castellanoparlante ve escrito «Avogado», no puede menos que reírse señalar, creer que es una errata y hacer alguna broma como la siguiente (a veces realmente ingeniosas):
Cuando les decimos que en gallego se escribe con uve, a algunos les vale la explicación (generalmente porque entienden que la ortografía es arbitraria), pero la mayoría prefieren responder un:
— Desde luego, sí que sois raros.
— ¿Raros? —respondo— Raros sois vosotros.
Pensemos en el origen de la palabra. Según la RAE, abogado viene del latín advocātus (sí, con uve). Por alguna razón que desconozco, aunque supongo que algo tendrá que ver con la fonética, en castellano acabó teniendo una be en lugar de la uve que conservó en gallego.
Otros «raros» son los catalanes, que también utilizan la uve en lugar de la be al referirse a los letrados con su «advocat«, (podéis comprobarlo en Softcatalà) aunque seguro que ellos dirían que se escribe con «be baja». Aunque seguro que no cuentan mucho porque, al igual que el gallego, es un idioma minoritario.
El portugués también respeta la uve latina en advogado. Pero claro, los portugueses son gallegos que hablan raro, así que otros que no cuentan.
El problema es cuando llegan el francés y el italiano con sus avocats y avvocatos, respectivamente. Entonces me parece que el abogado castellano se queda solo y abandona la sala en silencio.
Para que luego la gente se pregunte para qué sirve la enseñanza del latín.