Levantarse aún de noche. Arreglar a los niños. Correr al colegio. Atasco. Correr aún más al trabajo. Otro atasco. Tareas que se acumulan unas sobre otras. Compra. Limpieza. Médicos. Gimnasio… Entre las prisas y las carreras nos perdemos los pequeños detalles que hacen mejor la vida y nos hacen mejores a nosotros. Nunca tenemos ese momento para pararnos, respirar hondo y observar. Eso que tanto necesitamos es precisamene lo que nos ofrece Mónica Grande en su nueva exposición, Pausa.

Tres años después de que nos mostrase la belleza oculta de la cotidianidad con su muestra La semilla de la felicidad es el instante vuelve a parar nuestras vidas durante un rato delante de sus imágenes, dándonos esa pausa que tanto necesitamos y que tanto nos negamos. Una pausa reconfortante y casi sanadora gracias a la que, como dijo una asistente a la inauguración, «hoy salimos de aquí todos un poco más curados».

Las nuevas obras de Mónica Grande vuelven a enseñarnos lo que nos rodea en nuestras rutinas diarias con nuevos ojos. Al igual que en la anterior exposición descubrimos un entorno nuevo y fantástico (tanto en el sentido de maravilloso como en el de fantasía) en los que un simple papel de horno se convierte en arte, el vaho de la ducha se vuelve el mejor de los filtros y las ausencias tienen presencia propia.

Una nueva forma de mirar que, en el fondo, es la misma que teníamos cuando éramos niños y que nunca deberíamos haber perdido.

Y después está el libro piedra.

El libro piedra

El libro piedra tiene una historia propia. Una que merece un relato independiente. Comenzó en septiembre de 2016, con un escenario, la exposición de Mónica en el Real Jardín Botánico de Madrid, y una protagonista, una estudiante que fue a verla, se quedó prendada y repitió al día siguiente. Y al otro. Y otro más. «Hay una chica que viene todos los días a ver tu exposición y que se sienta horas delante de las obras mientras toma notas y hace bocetos», le dijeron. La reacción fue un decidido «tengo que conocerla».

La chica era Ana Fernando, arquitecta, paisajista y escritora, que en aquel momento hacía su doctorado. Ana y Mónica se conocieron. En ese encuentro que en mi imaginación es un momento de identificación absoluta entre dos personas hechas para entenderse, surgió algo. Sin chispas, violines o fuegos artificiales, pero ¿quién los necesita cuando la conexión es perfecta? Ana le enseñó el cuaderno con las notas que tomaba y los bocetos que trazaba. Alguien sugirió usarlo de punto de partida para un libro. El viaje comenzaba.

Se preguntaron ¿Qué es un libro? ¿Por qué tiene que tener páginas? ¿Por qué tiene que ser de papel? Juntas reinventaron el libro usando lino como soporte y piedra como encuadernación. El lino da continuidad a las imágenes, los textos y bocetos de cada página (¿tiene sentido este concepto también reinventado?), crea una narración que une una imagen con la siguiente. La tela le presta un aire egipcio, griego, romano; la caliza Campaspero, algo aún más antiguo. Y, aún así o precisamente así, logran que sea moderno, innovador y rompedor.

El libro es una joya invaluable. «Hay cosas que no se hacen para ser vendidas porque no se pueden comprar», dijo durante la presentación Mónica (¿o fue Ana? La comunión entre una y otra es tal que por momentos parecen una misma persona). Es el caso de este libro que no puede poseerse y cuyo destino inmediato, una vez terminada la exposición será recorrer distintos hogares (ya estuvo en el de la galerista Soledad Lorenzo) continuando un viaje que no sabemos dónde terminará.

Decía antes que la historia del libro piedra merecía un relato independiente, pero ¿cómo escribirlo si su historia aún no terminó, si no hizo más que echar a andar? El libro piedra es una etapa más de un proceso creativo en constante metamorfosis que comenzó con unas imágenes tomadas con un móvil, llegó a ser un libro rupestre y se convirtió en una metáfora física del arte vivo que evoluciona y se enreda con nuestras emociones. ¿Qué más será dentro de un año?

  • ¿Dónde puede verse? En la sala de exposiciones del Real Monasterio de Santa María de El Paular.
  • ¿Hasta cuándo? Hasta el 15 de diciembre de 2019.
  • ¿Cuánto cuesta? 5 € (7 € si es combinada con la visita al Monasterio).
  • ¿Alguna otra recomendación? Si vas y la autora está allí, habla con ella y pregúntale. Ver la exposición con sus ojos es verla mejor.

También puede leer este texto en gallego: A necesaria ‘Pausa’ de Mónica Grande.

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2 comentarios

  1. La exposicion una maravilla!!! Y la artista para comersela!!! Todo amor igual que la compañera escriba!!! Enhorabuena a las dos

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