O que arde es una película lenta, con planos fijos mantenidos durante mucho más tiempo de lo habitual, silencios inusualmente largos y una historia que parece no avanzar. Odio ese tipo de películas. Y, aún así, salí del cine absolutamente enamorado.

Pero mejor vuelvo a empezar.

O que arde no es una película lenta, lleva el ritmo de una vida ya casi perdida, la de la montaña lucense; no es que sus planos fijos se mantengan mucho tiempo, es que cada plano es un cuadro que hay que observar y absorber; no importa que los silencios sean inusualmente largos, porque son los que construyen la historia; y no pasa nada porque la historia no avance en la narración, porque la historia sucede dentro de los personajes. ¿Cómo no iba a salir del cine completamente enamorado?

Vídeo promocional de O que arde.

La película cuenta la historia de Amador, un pirómano que sale de la cárcel y vuelve a casa de su madre, Benedicta, en una aldea de la sierra de Os Ancares, y de su nueva vida allí, que no es más que un retomar vida en el punto en el que la dejó antes de entrar en prisión. Esto, que parece suficiente para sostener la película no es más que una excusa para hablar de la soledad y el aislamiento de la montaña; de la fragilidad de todo el entorno, tanto natural como humano; de la precariedad de las brigadas antiincendios… envolviéndolo todo en una poesía visual que justifica por sí sola todo el metraje. Valgan como ejemplo los primeros minutos, en los que Oliver Laxe y Mauro Herce convierten la tarea de crear un cortafuegos en un ballet cargado de suspense que hace que O que arde nos lleve a un clímax estético del que casi no nos bajará hasta los créditos finales.

La película se construye fundamentalmente en torno al silencio de los personajes. Amador y Benedicta apenas hablan. Ni entre ellos ni con los demás. Las interacciones de Amador con todo lo que le rodea acrecientan su aura de ser solitario. Una soledad en parte voluntaria y en parte impuesta. Como cuando en un entierro alguien le pregunta entre risas y desde la distancia ¿tes lume? (¿tienes fuego?); la única reacción de Amador es encogerse y mirarse los pies. Amador siempre está solo, evita la compañía por saberse evitado; la rechaza por saberse rechazado.

Así que, repito, ¿cómo no iba a salir del cine completamente enamorado?

También puedes leer esta entrada en gallego: ‘O que arde’, de Oliver Laxe.

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