Cuando se utiliza el campo de fútbol como estándar de superficie o el café como unidad monetaria me crujen las meninges y siempre salgo con lo de las unidades de medida estandarizadas por la Oficina Internacional de Pesas y Medidas.
Bueno, pues ahora resulta que estas unidades de medida no son todo lo invariables que creíamos. Ahora resulta que el kilo (la masa que tiene el prototipo internacional compuesto de una aleación de platino e iridio) ya no «pesa» un kilo, sino que desde que se fabricó en 1879 «adelgazó» 50 microgramos (10-6 gramos). No es mucho, cierto, pero esto reclama la necesidad de buscar un nuevo estándar para medir la masa (que no el peso).
Esta situación no es nueva en la física moderna. En 1983 el metro pasó a ser la distancia que recorre la luz en el vacío durante un intervalo de 1/299.792.458 segundos (según la definición de OIPM), dejando atrás el patrón de platino-iridiado (equivalente a 1/10.000.000 parte del cuarto de meridiano terrestre, medido entre Barcelona y Dunkerque) con el que comenzó a medirse a medirse en 1795.
La dificultad estriba en encontrar una constante que permita crear un estándar invariable. Con la distancia era fácil, la velocidad de la luz siempre es la misma. Con la masa, la cosa cambia. José María López, director del CSIC en la escuela, dice a RTVE.es que «los átomos se evaporan y pierden masa» y que «necesitamos una unidad constante, que no esté sujeta a objetos si no a reglas para establecer la unidad».
Físicos de todo el mundo reunidos en la Royal Society de Londres han optado por elegir la constante de Planck para redefinir el kilo. Sin embargo, «al final se realizará en función del número de atomos, porque no varían en absoluto», apunta José María López.