Llevo años preocupado por la marcha del BNG. No tanto por compartir ideología (que también, aunque tal vez sólo en lo referente a aspectos y posiciones concretas), sino por higiene democrática, por la necesidad de que haya un tercer partido que haga de contrapeso a PP y PSOE.
Es necesario que haya un BNG fuerte que sirva de alternativa a la alternancia, de vigilante y, llegado el caso, de «perro de presa» a los dos partidos nacionales. Esto no tendría porqué derivar necesariamente en un gobierno bipartito (como el que ya tuvimos en Galicia), ni en un nacionalista, por más que en ocasiones se me antoje deseable. Me conformaría con que fuese una especie de terapia política.
Me explico. No veo que ni el PP ni el PSOE estén interesados en Galicia más allá de conseguir los votos en las elecciones generales y que sus miembros hagan méritos para saltar a la política nacional. Dicho esto, en Galicia sólo queda la alternativa del BNG. Lo siento por Izquierda Unida, Converxencia XXI y demás partidos, pero esto es un hecho.
Hace años, el Bloque tenía una masa social fundamentalmente joven, urbana y bastante amplia. Visto el perfil y teniendo en cuenta que la población rural se ha ido reduciendo, podríamos pensar que los resultados y la proyección electoral del BNG serían buenos con vista a ser mejores. Pero no es así, más bien se produjo una desafección masiva que condujo a una devaluación de las posturas nacionalistas entre muchos de los que formábamos/formamos su masa de votantes.
Sinceramente, desconozco las razones reales, pero bajo mi punto de vista el BNG lleva años cambiando para seguir igual, en una evolución hacia sí mismo que carece de sentido y que hizo que perdiese un gran cantidad de apoyos entre esa juventud que ya nos vamos convirtiendo en adultos.
Además, en este momento el Bloque se encuentra en una crisis interna que ya no puede verse como una oportunidad. Las oportunidades pasaron, como recoge Filipe Díez en A hora da verdade, en 1997-1999, en 2005 y en 2009. El poder que ostenta la UPG dentro de la organización del BNG y, según muchos testimonios (y hablo de segundas), su falta de cintura está haciendo que pierda el sentido de la primera letra y dejen de ser un bloque de partidos.
Habla Xavier Vence de que el BNG no es bipolar, sino «fractal, caleidoscópico» para introducir su comentario sobre la XII Asamblea Nacional del Bloque y parece que de sus palabras se saca una visión positiva de lo que pasó en Compostela. Una vez terminada la asamblea, «compre poñer toda a enerxía e intelixencia na batalla cara fóra», tanto para luchar contra la crisis y el PP como para olvidar las disputas internas y volver a ganar la confianza de los votantes.
Mientras tanto, Máis Galiza y Encontro Irmandiño amenazan con la escisión (aunque no sé si creerme este órdago) y surgen movimientos soberanistas y de izquierdas como Ecogaleguistas. Así las cosas, mi pregunta es, ¿hacia dónde va la izquierda gallega? Aparentemente hacia la fragmentación, hacia una lucha darwiniana por la supervivencia política.
¿Y después? Cuando sólo queden cadáveres de partidos, tal vez sobreviva un pequeño compsognato nacionalista que mire con temor a ese tiranosauro popular que es la auténtica herencia que Fraga dejó a Galicia.