Tradicionalmente la profesión periodística es ombliguista. Aunque en las facultades nos enseñen que el periodista no puede ser el protagonista de la información, muchas veces, voluntaria o accidentalemente, nos convertimos en el centro de la noticia. Es lo que pasó, por ejemplo (y lo cito por ser el último caso que conozco) con la entrevista a Francisco Camps de Ramón Palomar.
En general, el periodista quiere ser reconocido, que se le alabe por su trabajo y que hablen de él aunque sea bien. De este egocentrismo que puebla la profesión, deviene la disgregación de la fuerza a la hora de luchar por los derechos profesionales y la falta de un frente común contra los grandes poderes. Habrá quien argumente que hay asociaciones profesionales de la prensa, pero su poder e influencia es tremendamente limitado.